Por FAUSTO SEGOVIA BAUS
El fallecimiento de Santiago Gangotena provocó reacciones en la opinión pública, amplificadas por las redes sociales. Este penoso acontecimiento sirvió para desnudar la condición humana de quienes apreciaron los pensamientos disruptivos de Gangotena, y también de los que utilizaron distintos medios para denostar, en nombre de la mediocridad, con insultos y agravios, contra un ser humano que habló en voz alta y obró en consecuencia.
Una de las definiciones dice que “el vocablo disruptivo se utiliza como adjetivo para indicar una ruptura brusca”. Hace referencia a un cambio determinante; proviene del francés “disruptif” y del inglés “disruptive”.
Santiago Gangotena utilizó un lenguaje elevado y a veces disruptivo -por excepción- cuando se refería a los atavismos prevalecientes en nuestro país, pero nadie puede desconocer que sus ideas -fundamentadas en las ciencias puras, la academia (las artes liberales), su devoción a la filosofía oriental y su amor al Ecuador- se concretaron en una reforma revolucionaria de la educación superior.
Ese tipo de carisma se denomina “innovación disruptiva”; es decir, aquella que es capaz de cambiar radicalmente algo que la sociedad no había previsto. Y Gangotena lo hizo con un equipo de “locos” -muy cuerdos, por cierto-, que apostaron por una universidad diferente, divergente e inclusiva.
El sentido simbólico del pensamiento disruptivo hay que rescatarlo, en éste y en otros casos que significaron transformaciones cualitativas importantes, sin descartar el correlato físico de un proyecto que hace visible el cambio. Porque la verdadera innovación es inmaterial, se sustancia en el pensamiento lateral y crítico, en el valor agregado o añadido y se concreta -luego de largos años de sacrificios, desvelos y perseverancia- en sueños perdurables.
¡Las ideas disruptivas nunca fallecen! Se mantienen inmarcesibles en el imaginario colectivo, más allá del discurso de los odiadores de siempre, que intentan -sin suerte- enlodar una trayectoria e ideas que cambiarán el rumbo de la educación del Ecuador.
Fuente: https://www.elcomercio.com/opinion/pensamientos-disruptivos-fausto-segovia-columnista.html