A veces los pueblos escriben su historia con la misma tinta. En el caso de las consultas realizadas al pueblo ecuatoriano ante determinadas circunstancias, como la baja popularidad del presidente, han desembocado en la expresión de un mayoritario rechazo cualquiera que sea el contenido de las preguntas.
Así ocurrió con los presidentes León Febres-Cordero, Sixto Durán-Ballén, Fabián Alarcón y Alfredo Palacio, en su momento, pese a que las propuestas eran positivas. Y este es un ejemplo de qué los primeros mandatarios debieran tener en mente cuando desean introducir reformas al ordenamiento jurídico que requieren de este pronunciamiento para ponerlas en vigor.
En el caso del presidente Guillermo Lasso, cuando las propuso tenía un porcentaje muy bajo de popularidad. No obstante, la respuesta afirmativa, de acuerdo a los sondeos que se hicieron, llegó a más del 65 % en la mayoría de las preguntas, lo que hizo pensar que, en esta ocasión, el pronunciamiento sería por el sí, sin tomar en consideración al proponente. Pero el revés electoral del 5 de febrero confirma lo ocurrido a través de la historia, porque la respuesta se escribió con la misma tinta y el pueblo se castigó a sí mismo, en las urnas, al reprobarlas.
Fue una forma de mostrar su rechazo al jefe de Estado, a su Gobierno, a su forma de conducir la nación y a ciertos integrantes de su Gabinete, y la insatisfacción por el manejo de temas tan importantes y delicados como la inseguridad ciudadana, atada a la violencia en las calles y a los sicariatos originados por el narcotráfico; la corrupción, la salud, la vivienda, la educación, los graves problemas del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), el desempleo; y también su rechazo a una serie de situaciones adversas que se vienen agudizando con el tiempo en un país que lleva décadas pidiendo solución a sus necesidades.
¿Cuáles son las graves consecuencias de la falta de visión al atreverse a realizar un referéndum en las circunstancias anotadas? Con el triunfo del no, la Asamblea Nacional vuelve a sugerir la muerte cruzada; el riesgo país subió a 1.514 puntos, afectando la inversión, el empleo y el acceso al crédito; la inseguridad ciudadana, porque las organizaciones sociales como Fenocin, Feine y Conaie amenazan con romper el diálogo con el Gobierno, mientras este pide un acuerdo nacional, que fue rechazado de inmediato por estos grupos —que no descartan nuevas movilizaciones— y por el Partido Social Cristiano, UNES, Izquierda Democrática, Pachakutik y otros que acusan, además, falta de credibilidad en el Gobierno, criterio agravado por la denuncia de supuestos actos de corrupción en las empresas públicas con participación de personas cercanas al círculo presidencial.
La muerte cruzada no es la solución. Sería otro golpe al orden constituido. No podemos cambiar de presidente todos los años. No es sano desde ningún punto de vista. Debemos respetar el periodo para el cual Guillermo Lasso fue electo y pedirle, eso sí, un giro de 180 grados en todos los órdenes.
La consulta fue un salto al vacío con los graves efectos enunciados.